Este blog que acaba de nacer tiene el propósito de dar a conocer los cuentos de autores de habla hispana analizados según la mirada de las autoras del libro ARMAR UN CUENTO.

lunes, 21 de junio de 2010

"Accidente" de Humberto Meoli

Veo una gota que se desliza por una hoja de pasto alargada. Puedo olerla. El olor está en la boca, pero ya no es boca. Siento calor en las piernas pero suena en los dedos de mis pies. Oigo los dedos de mis pies. El sonido caliente sube por mi columna hasta los ojos. Vuelvo a ver lejos, a través del pasto. Cerca del auto con las ruedas hacia arriba: una mujer en carne viva. La veo vertical pero está acostada. No sé si la veo. Escucho el silencio de su cuerpo reptando por la tierra fina como talco. Escucho su boca con mis dedos. Huelo su cerebro. Intento recordar quién es, pero recordar es algo sólido. Es una pared de piedra con letras amarillas. No entiendo el idioma pero comprendo la textura de la pintura en la piedra. Me siento bien pero no sé qué es bien. Ella está sola, tendida en la tierra fina. Su piel roza la tierra, me levanto en remolinos y le espeso las lágrimas. Ahora sangre y nafta arden en mis oídos. El ardor de las palabras es áspero. Trago y descubro el placer de la acidez en mi estómago. Sin embargo no tengo estómago. Es solo una bola de gas tibio en el ombligo.
¿Cómo llega la gente a los accidentes? La pregunta aparece escrita, cincelada por dentro, en la esfera de mi cráneo.
Mis brazos son fluorescentes. Soy gente y un perro viejo observando la escena.
Tengo la saliva espesa, oigo latidos suaves y el lento fluir del líquido. De pronto dejo de oír y de percibir el sabor de la tierra. Estoy en un hombre con camisa roja. Me pica un ojo y me froto con el dedo sucio. Siento la savia correr por mis ramas. Desde el árbol la vida transcurre muy lentamente. En comparación la gente parece moverse en cámara rápida. Casi no alcanzo a verlos, son rayos de luz. Luego, en la anciana, hago un gesto casi de espanto. Me duele la espalda, vuelo y percibo el color de las flores. Soy tan liviano y es tan dulce el olor que entra por mis antenas. Ahora, en ese chico, siento el frío del metal del manubrio, la aspereza del óxido en la piel. Me chorrea la nariz. Paso el dorso de mi mano para que los mocos líquidos se peguen a ella. Luego se van endureciendo como mi sangre. El olor de la sangre en la nariz, que es mía pero no puedo tocar. Vuelvo a alejarme de este cuerpo que se enfría lentamente. Tengo sed. Una pantalla enorme muestra el mundo visto por miradas ajenas. Pienso en las moscas, en sus ojos. No tengo párpados. Puedo oler la carne con los vellos de mis manos. ¿Cómo llegan las moscas a los accidentes?
La mujer tiene miedo de estar muy grave. Soy la viejita y la tranquilizo diciéndole que no esta tan mal. Ella no nos cree. Dice: “no me mientan, miren esto” y nos muestra sus raspones, su carne viva, su sangre. Soy aquel hombre y pienso que tan mal no está, que se ve que no tiene huesos rotos porque puede revolcarse y hablar y mostrar sus heridas. Lo pienso pero no se lo digo. Se lo digo desde el niño que sostiene su bici. Le digo que no tiene huesos rotos, y que eso ya es bastante. En un viejito muy arrugado me duelen los huesos y tengo ganas de volver a casa. Pienso que si la mujer se sigue revolcando se le van a infectar las heridas. Pienso, pero no se lo digo.
Mis patas se adhieren al tronco del árbol. Subo, veloz, buscando hojas tiernas. En el árbol no siento las hormigas caminar por mi corteza. El cosquilleo no es por sus patas. El cosquilleo ahora es mío. Creo que es mío.
Vuelvo a pensar desde la gente que mira fijamente a la mujer. Pienso en cosas distintas desde cada uno: está linda la rubia iba sola en el pelo tierra oreja sangrando se le ve la bombacha apurada ésta gente habrá plata en el auto charcos de nafta pobre mujer vendrá la ambulancia que buenas tetas a veces explotan. No me veo detrás de los arbustos. No me veo desde ninguna de esas miradas. Solo pensamos en esa mujer lastimada. Pensamos, pero ya no le decimos nada.
Vuelo en cada una de las doce moscas alrededor de un trozo de carne fresca. Me poso y desovo. Es placentero desovar.
Vuelvo a las miradas. El espectáculo sigue siendo entretenido. Me expando y vibro. Siento el cosquilleo de la electricidad. Soy electricidad y mi energía toca los árboles, el perro, la gente. Siento que me despido, pero despedirse es moléculas que se rechazan, otras que se atraen. No sé qué es una molécula. Veo que ella intenta sentarse y desde una mujer le pido que no se mueva. Veo que sus ojos intentan recordar. Su rayo me toca los oídos. No puede verme entre los arbustos. Murmura mi nombre. Lo reconozco entre cientos de miles de nombres de cosas que suben como los títulos de una película. Antes de llegar a la palabra “Fin” logro latir un instante en su cuello.
HUMBERTO MEOLI


La unidad narrativa está expresada en el nudo que es el mismo título: todo gira en torno de un suceso eventual que altera el orden de las cosas a partir de la emergencia (“accidente”). Aparecen dos preguntas conectadas, irónicas: ¿cómo llega la gente a los accidentes? y ¿cómo llegan las moscas a los accidentes? Las acciones son múltiples, con un desorden buscado, como si se tratara de ese caos ordenador de sentidos, mostrando la esencia literaria, que a mi entender, no es ordenar el caos sino exhibirlo. El desenlace no es relevante porque lo que importa es el virtuosismo del desarrollo; aunque tiene fuerza sarcástica: Antes de llegar a la palabra “Fin” logro latir un instante en su cuello.
El narrador es tan original como el texto. Se trata de una primera persona en presente (el presente denota entre otras cosas la casi irrealidad) que va cambiando continuamente de sujeto: distintas personas que están allí, un perro, un árbol, un viejo, un niño, electricidad, una mosca, etcétera. Logra el sentido del cuento, no ser uno, sino todos los que están allí, dentro de la “alteración del orden de las cosas”. Ser uno y simultáneamente ser todo y poseer todas las voces de lo animado y lo inanimado. Las descripciones tienen que ver con la diferente percepción, ya sea dolorosa, indiferente, placentera desde cada posible observante. El espacio se sugiere desde el cúmulo de “pensamientos” o “sensaciones” del narrador plural.
Pese al juego logra una sorprendente credibilidad de lo sucedido en el instante. El tiempo se dilata en la cantidad de observantes que no están siempre conectados con la vista.
El ritmo está dado por frases medianas y cortas y el cambio de narrador (actitud cortazariana) no tiene que ver con el cambio de párrafo y a veces ocurre en una misma oración.
El elemento más importante es el lenguaje atravesado por sinestesias (el sonido caliente sube por mi columna) y los saltos tienen que ver con adversativas o negaciones, la paradoja continua. Vale la pena notar como logra la sensación de continuo de un fluir de la conciencia colectiva con una frase larga, sin comas que resume el pensamiento de varios.
El aire cortazariano (juego del continuo, sentido lúdico, importancia sensorial, lenguaje buscadamente sencillo) no le quita originalidad al planteo de lo insólito contado con naturalidad. En ningún momento la fluidez se atasca ni se vuelve hermética.
Las voces universales llevan también a la idea no planteada en el texto, de que en un solo sujeto hay una cantidad de voces y puntos de vista o que la idea de unidad del sujeto es una falacia. Queremos ser otros y siempre algo nos lleva fuera de nosotros. Empédocles afirmaba que había sido hombre, mujer, roca, pez. Es el gran instante de lo que Octavio Paz llama esto es aquello. Heideggerianamente es en la escucha del lenguaje poético donde se anticipa el lenguaje olvidado del Ser.
Liliana Díaz Mindurry

Humberto Guido Meoli

Dramaturgo, poeta, cuentista, actor, director teatral, docente teatral, nacido en Buenos Aires en 1958.
Primer Premio (Género Cuento) II Certamen de Cuento y Poesía 2009, de Ediciones Ruinas Circulares, Buenos Aires, con el cuento “Accidente”.
Primer Premio 7º Concurso Capitalino y Provincial de Poesía y Cuento Urbano Y Suburbano 2002 - Ediciones Baobab. Buenos Aires, con el cuento “Encuentro”
Primer premio concurso de cuento del Instituto Superior Mariano Moreno (1978). Buenos Aires, con el cuento “Las manos de Enrique”.
Tercera Mención en concurso de cuento de la Universidad de Belgrano (1977). Buenos Aires, con el cuento “Breve reseña sobre la suerte corrida por Mambrú en la guerra, de la que volvió para pascua y no para navidad”
Publicación del libro de cuentos y textos teatrales: “Agujero”. Ediciones Baobab (2004) Buenos Aires.
Cuentos seleccionados y publicados en la Antología de Cuentistas Urbanos y Suburbanos. Ediciones Baobab (2003). Buenos Aires.
Cuentos seleccionados y publicados en la “Antología de Cuentistas Argentinos”. Fondo Editorial Bonaerense (1985). Buenos Aires – Argentina.
Jurado del Concurso de “Cuento Urbano y Suburbano” Ediciones Baobab (2005).
Crítico literario en el diario “La Prensa” (1977-78). Buenos Aires, Argentina.
Conducción y producción del programa “Rompecabezas” (musical, literario) - Radio FM Ituzaingó - Ituzaingó, Corrientes, Argentina.
Publicaciones y colaboraciones en varias revistas literarias.

En aspectos teatrales:

Formación teatral con: Agustín Alezzo, Néstor Sabatini, Jorge Venturini, Carlos Espinoza, Carlos Gorostiza, Carlos Gandolfo, Ricardo Halac, Liliana Genijovich, Alicia Orlando, Víctor Bruno, Gachi Leibovich, Mónica Ramos, Francisco Javier, Guillermo Angelelli, Rubens Correa, Eugenio Barba, Rafael Spregelburd, Emilio García Wehbi, Ana Alvarado, Pompeyo Audivert, Alejandro Tantanián, Juan Carlos Gené.

Experiencia de Dirección:
“Nosotros” de Humberto Meoli. Teatro “Centro Cultural Ituzaingó”, Corrientes, Argentina. (1992)
“Coronación” de Roberto Perinelli. Teatro “Centro Cultural Ituzaingó”, Corrientes, Argentina; Teatro del Club Yacyretá (Paraguay); Teatro “Sala Tempo” (Posadas, Misiones, Argentina; Teatro Vera, Corrientes, Argentina. (1992)

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